domingo, marzo 20, 2005

POLÍTICA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN: ¿ELEMENTOS AISLADOS O VINCULADOS?

“La comunicación es en sí misma un acto de gobierno”
Antanas Mockus


La política y los medios de comunicación son dos elementos esenciales dentro de toda sociedad. Cada uno de ellos tiene unos objetivos o metas aparentemente desiguales: Mientras que el primero se mueve alrededor del arte de gobernar, la teoría del estado o la doctrina del derecho, el otro se mueve en el arte de manejar la información que es emitida a un pueblo. Si analizamos lo anterior observamos que ambos elementos giran en torno a la sociedad, de allí que a pesar de tener labores diferentes, la política y los medios de comunicación no son elementos independientes: los une su carácter publico y por ende la necesidad de fundamentarse en bases éticas, fundamentación muchas veces olvidada en la práctica.

La anterior afirmación o tesis puede argumentarse dividiéndola en dos partes: primero tomando la relación que se establece entre política y medios debido a su carácter público y luego enlazar dichos argumentos con los que se apoye la necesidad de unas bases éticas.

La política y los medios de comunicación tienen la posibilidad de influir y transformar una sociedad y de este poder son concientes tanto los que ejercen la política como los que manejan los medios de comunicación. Es tanta la conciencia que tienen los mismos de dicho poder que a lo largo de la historia, los gobiernos -no necesariamente totalitarios o dictatoriales como puede fácilmente llegarse a pensar, sino también aquellos democráticos- se han vinculado con los medios de comunicación convirtiéndose estos últimos en aparatos ideológicos del estado, que responden a una serie de intereses particulares, con el fin de mantener un control social donde la principal característica es la desigualdad. En otras palabras son utilizados como mecanismos de dominación y alienación social.

Lo anterior ha sido objeto de estudio de muchos teóricos de la comunicación desde hace algunos años. En el devenir de los años 40, por ejemplo, la escuela de Frankfurt, reflexiona las consecuencias de los medios de comunicación sobre la cultura, planteando que se ha logrado establecer un hilo entre poder y conciencia por medio de los mensajes emitidos por los medios de comunicación masiva. Esta industria cultural, genera entonces fenómenos como el establecimiento de una “pseudo cultura” (término utilizado por Adorno), la destrucción de la formación humanística y racional, pero principalmente la generación de una cultura donde el hombre consume ideologías sin ningún tipo de razón crítica. Estos planteamientos apoyados por Adorno, expresan el paso de la cultura a mercancía y cómo toda expresión cultural puede ser transformada con el fin llenar las expectativas del mercado.

Noam Chomsky, en su libro “El control de nuestras vidas” expone una serie de estudios alrededor de los medios de comunicación y su vinculación con la política. Plantea algunos apuntes históricos sobre la propaganda, la cual fue ampliamente utilizada como mecanismo de dominación desde la primera guerra mundial y las postulaciones de destacados teóricos liberales y figuras de medios, entre ellos Walter Lippman quien sostenía que “ la revolución en el arte de la democracia podía utilizarse para fabricar consenso, es decir, para producir en la población, mediante las nuevas técnicas de la propaganda, la aceptación de algo inicialmente no deseado”[1]

Ahora, tomando un hecho más reciente, el pasado domingo 20 de febrero del presente año salió una publicación en el periódico El Tiempo, donde se informaba acerca de un escándalo por el manejo de los medios en Estados Unidos. El artículo trataba sobre un reportero llamado Jeff Ganon que trabajaba para El talón news service. Las preferencias que tenían por este reportero en la casa blanca, el cual siempre preguntaba sin ningún tipo de dificultades en las ruedas de prensa realizadas en la misma cuando había momentos de tensión entre la prensa y los delegados del gobierno, logrando así desviar la atención, despertó una serie de sospechas entre los demás periodistas y luego de investigar dicha persona se descubrió que no tenía tarjeta profesional, el medio para el que trabajaba no existía y que había sido contratado por el gobierno para desviar la atención en las ruedas de prensa, incluso no se llamaba Jeff Ganon sino James Guckert y es conocido en Internet por una serie de páginas pornográficas en la cuales ofrece sus servicios

“La lógica es clara y sencilla: la propaganda es a la democracia lo que la cachiporra a el estado totalitario. Ello resulta acertado y conveniente dado que, de nuevo, los intereses públicos escapan a la capacidad de comprensión del rebaño desconcertado”[2]. Lo anterior expresa, como había planteado anteriormente, que inclusive, los Estados democráticos utilizan los medios de comunicación como mecanismos de intervención en la opinión pública. Los ejemplos y estudios anteriormente mencionados son argumentos y muestra sólida de cómo la política y los medios no son elementos aislados.

Ahora bien, lastimosamente esa es la relación predominante que se da entre medios y política, pero es ese tipo de relaciones y el poder que tienen para influir sobre la opinión y el desarrollo público lo que lleva entonces a la necesidad de teorizar seriamente sobre los fundamentos éticos tanto de la política como de los medios y aquí es donde entramos entonces a argumentar el por qué de esa necesidad.

Al hablar de fundamentos éticos nos referimos entonces a aquellos valores que configuran el deber ser de la política y los medios. “Los valores no existen en si. Es la propiedad que adquiere una cosa o una actitud para alguien porque responde a una necesidad”[3], por lo tanto la política y los medios al tener una base social deben responder a las necesidades que esa colectividad posee, y uno de los valores que es indispensable como fundamento ético de estos dos elementos y que a su vez se convierte entonces en otro puente de unión entre ambos es la veracidad tanto de las palabras como de las actitudes.

La veracidad debe ser la base de los medios de comunicación. Lo que ellos informen es lo que penetra y accede con mayor facilidad en la vida social y en la opinión pública. Su deber es “informar sobre lo que sucede (...) debe analizar, criticar y fiscalizar el régimen político. La independencia de la prensa emana de su sentido crítico” [4]

Así mismo en el aspecto político el deber ser también se fundamenta en la veracidad; Los gobiernos como encargados de plantear políticas para lograr un desarrollo colectivo deben ser claros en las mismas, no deben ocultarle nada al pueblo, lo que entonces lleva a que ellos deben asumir un actitud autocrítica consigo mismos. Lastimosamente cuando se escucha actualmente la palabra política la relacionamos inmediatamente con politiquería, corrupción y mentiras y todo ello por la tradición histórica que han establecido los que han estado en el poder que utilizan las mentiras para satisfacer sus necesidades individuales, olvidándose por completo del compromiso ético con la sociedad. Así mismo esto ha sucedido porque como pueblo no hemos exigido que ese deber ser de la política no quede solo en teorías sino que pase a la práctica activa.

Los planteamientos del filósofo alemán Jürgen Habermas, son esenciales para entender cual es ese deber ser tanto de la política y de los medios. La filosofía política de Habermas plantea una relación clave entre política y comunicación a través de su teoría de la acción comunicativa, de la cual se desprende la ética discursiva o comunicativa como fundamento para lograr el desarrollo de la sociedad.

Para este pensador la sociedad existe gracias a la comunicación entre los sujetos a través del lenguaje. Dicha comunicación solo tiene sentido cuando va orientada hacia el entendimiento con el otro, por lo tanto toda comunicación busca en ultima instancia llegar a un acuerdo o consenso. Ésta postura supone un proceso de alternancia y de profunda argumentación, lo primero porque es situándome en la posición del otro, reconociendo al otro, como puedo realizar una verdadera interacción comunicativa y, lo segundo, porque si no existen procesos sólidos de argumentación en los planteamientos de las partes, el proceso comunicativo tendrá serias dificultades, y por lo tanto, será difícil llegar a un acuerdo dentro de un contexto de validez, que posibilite la coordinación social. Los verdaderos actos de habla se basan entonces en la veracidad, a través de ellos se pueden compartir experiencias, establecer consensos y desarrollar discursos en vez de certezas. Por el contrario, la mentira es característica de lo que él denomina acciones estratégicas.

Habermas relaciona sus estudios sobre los actos comunicativos con el papel a que están llamados a desempeñar los medios de comunicación, Afirma que: “los medios de comunicación son reforzadores técnicos de la comunicación lingüística que salvan distancias en el tiempo y en el espacio y multiplican las posibilidades de comunicación que adesan la red de acción comunicativa pero sin desganchar las orientaciones de acción de los plexos del mundo de la vida” [5] Las anteriores anotaciones son un llamado entonces a la práctica de la ética discursiva tanto de la política como de los medios. Habermas entonces establece una relación entre política y medios dentro de un contexto ético que responda a las necesidades de progreso de la sociedad; por lo tanto desde los planteamientos habermasianos la veracidad no es el único fundamento ético de la política y los medios, sino que también entran en los mismos el respeto por la diferencia y por ende el reconocimiento intersubjetivo.

Umberto Eco en un artículo publicado en El Espectador titulado Ser alguien, realiza un análisis sobre el libro de Carniegie “Cómo ganar amigos e influir en las personas”; en el se exponen una serie de formas para hacer que el otro se sienta a gusto con nosotros y haga lo que deseemos como si él fuera quien lo deseara. Concluye Eco que “la idea fundamental de las acciones humanas no es el sexo sino la necesidad de sentirse importantes”[6] y que esta idea de las acciones humanas es en la que se basa la televisión para obtener audiencia ofreciendo la posibilidad de que la gente salga en ella.
Este es un claro ejemplo sobre acciones estratégicas, ya que se usa el lenguaje de manera parasitaria para lograr éxitos individuales, actitud nada ética y que utilizan no solo los medios, sino que es una elemento tradicional de los discursos políticos que buscan implantar en la población la idea de que trabajaran en pro del desarrollo colectivo cuando realmente sus intenciones son otras.

Hace poco en una columna de opinión escrita por Alejandro Palacios para el periódico El Tiempo, titulada ¿Qué les dan en palacio? critica la actitud del vicepresidente Santos ya que este en un foro sobre víctimas del terrorismo afirmó que las críticas que los medios hacen a la actual política de seguridad democrática del gobierno son “injustas, exageradas y se vuelven cajas de resonancia para el terrorismo”[7]; crítica que se ve acrecentada al cuestionar cómo el vicepresidente que durante mucho tiempo fue un periodista puede olvidar los preceptos éticos y el sentido crítico que encierra dicha labor, para entrar a defender las políticas de estado. Sobre la actitud de Santos, el columnista resalta que “el papel de la prensa es el de informar lo que sucede y no sobre lo que le gusta el gobierno”[8].

En este hecho juega un papel importante la veracidad porque no se sabe entonces a quien creerle: a los medios o a la información emitida por el gobierno, y en dicha tensión los que están en el medio son la población que en últimas termina incomunicada y desinformada. No hay ningún tipo de excusa para que uno u otro deba ser menos o mas veraz, ambos como elementos que se unen en su carácter publico están obligados a fundamentarse en la veracidad, es decir que tanto un periodista como un funcionario público deben cumplir con este precepto ético. Lo que sí cabe destacar es que este tipo de hechos, y análisis sobre los mismos, abren las puertas para debates sobre la relación entre política y medios, la fundamentación ética de los mismos y por ende es un llamado a la autocrítica.

Los contenidos del código internacional de ética periodística son muy explícitos sobre la responsabilidad de los periodistas. Estos códigos determinan que aquellos que se desenvuelven en el campo de la comunicación social deben propender por la defensa de los valores universales del humanismo como: la paz, la democracia, los derechos del hombre y el progreso social respetando las diferencias de cada cultura. Además deben participar de las transformaciones sociales que van en orden al desarrollo democrático a través del diálogo y el entendimiento entre los ciudadanos para así cumplir con su compromiso ético ante la sociedad. Este mismo código de ética periodista es también aplicable en el compromiso ético del ejercicio político

Es el tener conciencia de los fundamentos éticos anteriormente planteados que unen a la política y a los medios de comunicación lo que permitirá en ultima instancia la construcción de una cultura ciudadana y por ende de una mejor sociedad. Ejemplos como el de las políticas pedagógicas planteadas por Antanas Mockus en Bogotá, donde a partir de procesos comunicativos (basados en los planteamientos de Habermas) y la colaboración de los medios se buscaba “la generación de sentido de pertenencia a través de la transformación o consolidación de un conjunto de costumbres, acciones y reglas mínimas que faciliten la convivencia entre desconocidos”[9], permiten observar cómo puede la política y los medios de comunicación unirse para construir una conciencia hacia los valores y las actitudes que beneficien el desarrollo humano y el cumplimiento de las normas por el camino de la autorregulación y mutua regulación personal. De allí que sea pertinente compartir la afirmación de Antanas Mockus sobre que “la comunicación es en sí misma un acto de gobierno”[10]

La responsabilidad ética de la política y los medios de comunicación exigen un acto de valentía, exigen pasar de la ética a la moral, es decir traer a la práctica las teorizaciones o reflexiones sobre el deber ser y hacerlas entonces una vivencia y actuación constante; Aspirar y caminar hacia el horizonte de una mejor sociedad.




[1] CHOMSKY, Noam. El control de nuestras vidas. Editorial Fica. Bogota 2002. pp. 140
[2] Ibidem
[3] HERRÁN, María Teresa y RESTREPO, Javier Darío. Ética para periodistas. Tercer mundo editores. Bogotá 1991
[4] SANTOS, Alejandro. Qué les dan en palacio. Columna de opinión periódico El tiempo. 21 de febrero de 2005
[5] FERNÁNDEZ, Sergio Pablo. Teoría de la acción comunicativa: legado y diferencias en teoría de la comunicación. Septiembre de 1997. facultad de ciencias sociales. Universidad de Chile.
http://rehue.esociales.uchile.cl/publicaiones/moebio/01/frames30.htm
[6] ECO, Umberto. Ser alguien. Columna de opinión de El Espectador. 6 de marzo de 2005
[7] SANTOS, Alejandro. Qué les dan en palacio. Columna de opinión periódico El tiempo. 21 de febrero de 2005

[8] Ibidem
[9] Mockus, Antanas. Comunicación y cultura ciudadana. Revista La Tadeo: comunicación tras la huella de Hermes. 2003
[10] Ibidem