miércoles, septiembre 12, 2007

LA HIBRIDACIÓN, ¿OTRO DISCURSO DE DOMINACIÓN?: ALGUNAS CONSIDERACIONES PARA TENER EN CUENTA

Hace unos días escuchaba el comentario de un estudiante de la Universidad de Cartagena, que en tono realmente pesimista planteaba que “todo ese cuento de la hibridación y que las clases populares hacen lecturas oblicuas y a veces son cómplices de los contenidos mediáticos y la globalización, no es más que ver las cosas color de rosa, de darle un contentillo a la gente, de acabar con la identidad y homogenizar; En últimas es una nueva forma de mantener oprimidos y alienado al pueblo. Investigar sobre la hibridación entre otros temas no sirve para nada. Siempre estaremos iguales de jodidos”.

Me llamó mucho la atención el comentario, sobretodo después de llevar algún tiempo hablando y discutiendo en clase sobre la hibrides, a tal punto que surgieron en mi una serie de cuestionamientos alrededor de la anterior afirmación. Así que asumí investigar y pensar algunos elementos que me parecen importantes no con el fin de encerrar en categorías de cierto y falso la opinión expresada por aquella persona, sino de abrir unos caminos de discusión que, más que aclarar las cosas o dar soluciones, nos permita caminar en claros oscuros, en respuestas e interrogantes. Sin mayores pretensiones, estas son algunas consideraciones:

Entendiendo por hibridación, “procesos socioculturales en los que estructuras o prácticas discretas, que existían de forma separada, se combinan para generar nuevas estructuras, objetos y prácticas”[1] lleva a resaltar que dichos procesos no sólo se vienen dando con la globalización. Con la conquista y la colonización, por ejemplo, se dieron procesos de hibridación. El mestizaje, la creolización y el sincretismo entre otros son procesos innegables y la historia de toda cultura se fundamenta de los mismos. Negarlos es negar la cultura misma como espacios de lucha simbólica.

Se podría decir que el término hibridación, relativamente reciente, lo que hace es tratar de abarcar como categoría conceptual los otros procesos antes mencionados, así como otros que no caben en parámetros fijos y que la globalización los hace evidentes y progresivos. Las mezclas musicales, las combinaciones entre moda y objetos religiosos, las mezclas audiovisuales, las hilvanaciones entre lo “viejo” y lo “nuevo” etc. La hibridación es más que un discurso.

Ahora bien, tampoco se puede negar que algunos procesos de hibridación han partido de de la imposición violenta de una cultura sobre otra y que son los más “evidentes”, así como también hay procesos por debajo de la superficie, que se mueven a través de los discursos hasta arraigarse en las practicas culturales, que son casi imperceptibles y sin embargo los de mayor impacto a nivel cultural. Pero no necesariamente la hibridación ha partido de mentes maquiavélicas y malvadas; “la hibridación a veces ocurre de modo no planeado o es el resultado de imprevistos procesos migratorios, turísticos y de intercambio económico o comunicacional (…) surge de la creatividad individual y colectiva”[2]

Hablar de hibridación es por tanto romper con una serie de paradigmas: la identidad unívoca y coherente, limitante y hasta excluyente al moverse dentro de los opuestos y lo “versus”: los dominantes y los donimados, lo hegemónico y lo subalterno, los incultos y los cultos, lo tradicional, lo popular, lo masivo y lo de élite etc. La hibridación y la heterogeneidad nos sitúa en un territorio casi incierto, cambiante y a la vez nos desterritorializa. Las fronteras entre cada una de estas categorías se disuelven.

Los discursos alrededor de la identidad, rescatar la identidad, no acabar con las tradiciones, cuidar el patrimonio etc. Parecen emerger como una forma de enfrentar el miedo que genera el cambio, lo complejo entendido como desorden y la perdida de las categorías “versus”. No valdría la pena preguntarse si ¿no es realmente este discurso de la “identidad” una forma de perpetuar los esquemas de dominación?

La absolutización del modo de entender la identidad se expresa por ejemplo en la concepción de patrimonio y su teatralización en conmemoraciones. Se tiende entonces a plantear una esencia o un ser único de lo que somos, a naturalizar las desigualdades y exclusiones culturales y por tanto a borrar cualquier posibilidad de transformación. La identidad que se defiende, en este caso el patrimonio “auténtico”, muchas veces no es más que una construcción que no representa realmente el papel de las clases populares y sus culturas.

Sin embargo, cuando se es consciente de la complejidad de las identidades y de su relativización, algunas veces se acude al tradicionalismo como “un recurso para sobrellevar las contradicciones contemporáneas (…) se multiplican las tentaciones de retornar a un pasado que imaginamos más tolerable (…) la evocación de los tiempos remotos reinstala en la vida contemporánea arcaísmos que la modernidad había desplazado”[3]

Por otro lado, entender los procesos de hibridación como una mera imposición es, en últimas, una forma de legitimar las concepciones de los “dominados”, lo popular, como lo inculto, los pocos inteligentes y los pobrecitos alienados. Es una forma de tratar al hombre y a la mujer casi como objetos que como sujetos. Si en realidad todo se nos ha impuesto, si estamos alienados y nos están homogenizando como hombres y mujeres en serie ¿por qué aún hay resistencias? si somos conciente de ello ¿por qué no hacemos nada?

Estudiosos como Jesús Martín Barbero, han planteado estudiar la dominación como un proceso comunicativo y ello implica “investigar no sólo las tretas del dominador sino también aquello que el dominado trabajo a favor del dominador, esto es la complicidad de su parte, y la seducción que se produce entre ambos” [4]

Bourdieu por su parte plantea el concepto de reconversión cultural, como aquellas estrategias utilizadas por los grupos dominados para reinvertir sus capitales económicos y simbólicos en los contextos globalizados; como una forma de enfrentar los cambios culturales a través de procesos de apropiación y rediseño.

A pesar de lo anterior, algunos plantean que hay que rescatar la identidad auténtica (singular) de lo popular como una forma de respuesta en contra de los procesos culturales de globalización, como el salvavidas en ese mar de incertidumbres. Se pretende por tanto, que “el pueblo sea rescatado pero no conocido”[5]Sin embargo, para explicar lo popular se necesita estudiar las relaciones con la cultura hegemónica.

Por último es importante realizar una vinculación y a la vez una distinción entre política y cultura (procesos híbridos). La primera se refiere a un plano del accionar y la segunda a un plano de la actuación. Los procesos culturales en sí mismos y de manera autónoma no implican transformaciones en las estructuras materiales de una sociedad.[6]

De allí el llamado que hace Canclini, de una reorganización cultural del poder: “se trata de analizar qué consecuencias políticas tiene pasar de una concepción vertical y bipolar a otra descentrada, multideterminada, de las relaciones sociopolíticas”[7] es empezar a pensar cómo siendo conscientes de la heterogeneidad, las hibridaciones y las diferencias, éstas no se conviertan en base para ahondar la brecha de las desigualdades.

Si bien es cierto que estos aportes académicos no pueden lograr por sí mismos revoluciones materiales de la sociedad, nos permiten conocer y tratar de entender desde distintas miradas el contextos en el que nos movemos, no sólo a nivel descriptivo sino también a nivel de los por qué. Nos plantean mapas nocturnos, en términos de Barbero, por los cuales transitar. Nos permite recordar que la cultura es una construcción_ desconstrucción, y por lo tanto se puede transformar.

Termino entonces con otra afirmación de Canclini, cuyos planteamientos han sido el principal soporte de este escrito y también con el surgimiento de nuevos interrogantes:

“la hibridación como proceso de intersección y transacciones, es lo que hace posible que la multiculturalidad evite lo que tiene de segregación y se convierta en interculturalidad. Las políticas de hibridación servirían para trabajar democráticamente con las divergencias, para que la historia no se reduzca a guerras entre culturas (…) podemos elegir vivir un estado de guerra o un estado en hibridación” [8]
[1]GARCIA CANCLINI, Néstor. Culturas hibridas, estrategias para entrar y salir de la modernidad. editorial Grijalbo. México. 2004. pp. III
[2] Ibidem. PP. V
[3] Ibidem. PP:156
[4] BARBERO, Jesús Martín. Travesías latinoamericanas de la comunicación en la cultura. Fondo de cultura económica. 2003. PP. 19
[5] GARCIA CANCLINI, Néstor. Culturas hibridas, estrategias para entrar y salir de la modernidad. editorial Grijalbo. México. 2004. pp.196
[6] Ibidem 326
[7] Ibidem. 323
[8] Ibidem. X