martes, marzo 14, 2006

MIS MARTIRIOS Y LA FOTOGRAFIA

Una de las asignaturas que más estrés me generó a lo largo mis estudios de Comunicación Social en la Universidad de Cartagena, exactamente en IV semestre, fue fotografía. Cuando finalicé este período académico pensé que no me tocaría, al menos por un buen tiempo, ser evaluada nuevamente por mis habilidades para captar la imagen utilizando regla de tercios, puntos de tensión, evocación y muchísimo menos que volvería a tener en mis manos una cámara Reflex 35mm, ni preocuparme por rollos, enfoques, diafragmas o velocidades de obturación.

¡Tienen que presentarme una foto sobre espacio público! Esa fue la frase que lanzó mi profesor de fotografía al final de la primera clase en el laboratorio de revelado a blanco y negro, a las tres semanas de haber iniciado V semestre. Así que no solamente me encontraba de nuevo dando fotografía, sino que además, no tendría la “pequeña” ventaja de utilizar cámara digital, porque sólo utilizaría cámara Reflex 35mm.

Después de esa frase, empezó mi preocupación. ¿Qué foto hacer de espacio público? Esa era la pregunta que rondaba en mi cabeza todos los días e intentaba solucionar mientras caminaba el centro de la ciudad o veía por la ventana de los buses en los que diariamente me desplazo hacia mi casa.
Faltaban dos días para que se cumpliera el plazo de una semana que el profesor estableció para revelar la foto y tenía muchas ideas pero ninguna precisa. Lo único que tenia claro era que quería tomar fotos sobre la gente, el tumulto, la congestión, el trabajo informal etc.

Decidí entonces salir a la calle a captar 36 imágenes sobre espacio público. Llevaba conmigo, lógicamente, la cámara 35mm, las preocupaciones que ya tenía sobre lograr lo que el profesor pedía y a esas se le sumo otra: ¿Cómo hacer para que la gente se dejara fotografiar?
Eran aproximadamente las 2:00 de la tarde y decidí empezar mí recorrido en El Portal de los Dulces; cerca de allí tome mi primera foto: un vendedor de verduras que tenía su puesto de venta en toda la acera y se encontraba dormido encima de una caja de gaseosas. Los vendedores que estaban en la acera de enfrente, exactamente un vendedor de lotería permitió, sin tan siquiera pedírselo, que le tomara una foto y para sorpresa mía los mismo hicieron las personas que se encontraban en El portal de los Dulces.

¡Nena ven tómame una foto! ¡A mi también! ¡Mira ella quiere que le tomes una foto! ¡Oye, oye ven... una foto! Gratamente sorprendida comencé a tomarle fotos a todo el que me lo pedía y con cada una dejaba ir mi preocupación sobre cómo manejaba la cámara o si estaba aplicando las teorías fotográficas.
Yo me sentía raramente contenta de ver la reacción de la gente y entonces pensé en utilizar esa cámara que tanto temor me producía, como una forma de, por un instante compartir con ellos: de ver a los ojos a los loteros, de escuchar la voz de las vendedoras de dulces, de captar las sonrisas de aquellas que tertuliaban un rato y observar como dos sordomudos, una vendedora de dulces y un embolador de zapatos se molestaban entre si por la pena de salir en la foto.

Luego de esa experiencia, tome otras imágenes en El Parque de Bolívar y La Plaza de Santodomingo. Cuando ya me quedaban las últimas fotos e iba de regreso a la universidad, me encuentro que en una de las calles cerca al Parque Fernández Madrid estaba una camioneta Blazer, llena de propaganda política y parqueada encima de la acera, lo que obstaculizaba el paso de las personas quienes tenían que bajarse del anden para poder pasar. Dispuse entonces mi cámara para tomar una foto de esa violación contra el espacio público y de inmediato se cruzaron delante de mi dos individuos que yo había confundido con moto taxistas.
-¿para qué son esas fotos?
- Es para un trabajo de la universidad, contesté.
-¿Usted es periodista?
-No, yo soy estudiante. Esto es un simple trabajo de fotografía
-¡No, no tú eres periodista! ¡Nosotros somos los escoltas del señor, no puedes tomar fotos! afirmaron en tono enérgico
-Bien, bien, ¡yo no voy a discutir con ustedes por una foto¡ les conteste y me marché porque no quería arruinar lo bien que me había sentido con la experiencia anterior y muchísimo menos permitir que si tomaba la foto, me hicieran algo a mi o a la cámara.

Cuando revele las fotos y observé los negativos me di cuenta que en la mayoría de las imágenes no se aplicaban puntos de tensión, ni reglas de tercios, ni ninguna de las teorías fotográficas, así que estoy casi segura que al profesor de fotografía no le gustaran mucho; De lo que si no tengo duda es de todo lo que me hizo analizar esta experiencia.

Una cámara fotográfica puede generar distintas reacciones en la gente, ya sea de miedo u oposición con el fin de evitar que se plasme en una imagen sus falencias, o de aceptación y diversión ante la idea de quedar retratado. En el caso de estas ultimas, la cámara permite crear un puente entre mi realidad y la de muchos otros que cotidianamente pasan desapercibidos: “La cámara los visibiliza”.

De lo que aún estoy más segura es que definitivamente no soy excelente en fotografía o en “escribiendo con la luz” pero si soy buena escribiendo con las palabras. Así como la cámara visibiliza yo decidí utilizar la palabra escrita para visibilizar las realidades y mostrar las voces de aquellos que no son noticia...y creó que ese es un buen camino para hacer periodismo.