sábado, julio 30, 2005

SIN TÍTULO

Esperar se convierte en lo más emocionante en algunos momentos de nuestra vida. Creemos que ciertas situaciones ya están en camino hacia nuestro encuentro, esperamos y mientras tanto danzamos, cantamos, volamos, soñamos más de lo normal y cuando lo que esperábamos llega, lo que tanto ansiábamos llega, perdemos entonces la emoción que hace un instante nos llenaba; ¿qué pasó?

Nos embargan entonces las preguntas sobre nuestro papel en esas situaciones que esperábamos y las imaginábamos en camino, nos hacemos concientes de que ellas no están en nuestra vida por sí solas, como predeterminadas, sino que nosotros día a día las construimos, las plasmamos; pero a veces nuestros sueños sobre las mismas nos elevan un poco y luego olvidamos agregarle ese nuevo elemento soñado a lo que estamos construyendo con nuestro diario vivir…sueños y vigilias, vigilias y sueños. Entre ellos se mueve la vida, entre ellos se dibujan sonrisas, se siente la brisa y se saborean dolorosamente las lágrimas.

En otros momentos por más que queramos agregarle lo soñado a lo que estamos construyendo con nuestra vida no podemos hacerlo…sueños y vigilias, vigilias y sueños y en medio aparece entonces la impotencia y se alza como un inmenso y profundo valle; ¿Qué hacer? ¿Caerse y mantenerse en el suelo? ¿Caerse y levantarse? ¿Conquistar? ¿Descubrir? O ¿morir?
A veces soñamos mucho o nos mantenemos permanentemente en vigilia, entonces ya no hay sueños y vigilias, vigilias y sueños, solo sueños o solo vigilias, indistintos, aislados, como estanques que poco a poco se quedan sin agua.

Vigilias y sueños, sueños y vigilias entre ellos se mueve la vida, entre ellos se dibujan sonrisas, se siente la brisa y se saborean dolorosamente las lágrimas. Entre ellos el caminar se convierte en vuelos y en pisadas hacia horizontes de mares, valles y llanuras inexploradas.