miércoles, junio 02, 2004

ELOGIO A LA LIBERTAD

-Que tristeza abrir de nuevo los ojos. Piensa él todas las mañanas cuando sale del mundo de Morfeo; Mundo que le encanta y en donde ha pasado la mayor parte de su vida desde aquel día en que fue encerrado.
Por fin se decide a abrir los ojos. Aun el sol no ha salido completamente y un poco de frío permanece en el aire; luego se encienden las luces del lugar donde se encuentra desde hace unos 3 negros años.

El ruido rompe con los pocos segundos de silencio que disfrutó al abrir con dolor los ojos. -Otro día más, ni siquiera puedo ver de manera natural el amanecer y como los rayos de sol iluminan todo, ¡hasta eso me han arrebatado!
Se levanta y empieza a sacudirse como una esperanza lejana que le permite mantener la idea que por un momento todo lo que estaba viendo y viviendo es un muy mal sueño, pero, como todo lo bueno para él, se esfuma rápido.
-ahí vienen! Como me torturan esos pasos, como me impacienta...
si! En pocos segundos se encontraba ante él uno de los culpables de su situación, de su tristeza, de su vida limitada. Le deja un poco de comida y agua, luego con la misma tortura que genera en él, el sonido de los pasos se retira.
-Por lo menos no moriré de hambre o de sed!, piensa, tratando de darle un toque positivo a su problema, pero de nada le vale mentirse a si mismo.
De una esquina a otra, incluso saltando de un lado a otro, se traslada dentro de su cárcel; así diariamente busca evitar pensar en su encierro, en la falta de libertad. Parece que con cada paso o cada salto propulsara el surgimiento de más ideas en su cabeza, anhelando eso que para él, se había convertido en un sustantivo sin posibilidades de volverse acción: “la libertad”
-Definitivamente no hay como decidir por uno mismo. Las personas no valoran esa capacidad; siempre andan buscando quien o que les evita el riesgo de decidir por si solos. No se imaginan lo equivocados que están respecto a ello.
Sigue moviéndose y saltando, y por supuesto, sigue pensando:
-No hay nada como la aventura, el riesgo. ¿la vida sería vida sin ello?
Pues No! -Mientras en su rostro, se asoma un pequeño rastro de enojo y continúa- no sería vida, sería otra cosa. ¿Muerte? tampoco sería porque la vida y la muerte son complementarias. Si no hay vida no hay muerte, sino hay muerte no hay vida.
Con cada pensamiento sus pequeños ojos negros se iluminan, algunas veces con luces de emoción o salida, pero la mayoría de ellas, con luces de confusión y locura.
El día seguía pasando. Los rayos del sol eran aun mas intensos y por supuesto el calor insoportable, algo típico de la costa colombiana, pero a pesar de todo él hubiera deseado sentir los rayos de sol sobre él y que el calor lo golpeara directamente. ¡Cuanto apreciaba y anhelaba todo aquello que el común odia, evita o huye!
-Que impotencia y rabia siento, cuán paradójico problema; y pensar que un día me abrieron las puertas de este encierro, pero la enfermedad no me dejo partir. Era mayor que mis deseos de irme. Lo físico primó sobre mi pensamiento.
Mientras pensaba lo anterior sus movimientos cesaron y quedo estático, perplejo, con una mirada aun más triste y dolorosa que la que mantiene siempre.
-¡hasta el sentido de la muerte cambia sin libertad.!
La libertad implica decisión, responsabilidad, aventura, riesgo y sobretodo dificultad, pero es una dificultad dulce, elogiable.
Hubiera preferido morir libre, de hambre o de sed, luchando por vivir o por el contrario, morir tranquilo y sin sobresaltos. Aunque en ambas condiciones la muerte resulta dolorosa y se trata de huir de ella a toda costa.
Sin libertad el sentido de la muerte cambia-repite él nuevamente haciendo un pequeño juego con el orden de las palabras y continua- ¡cuán paradójicas se vuelve la muerte y la vida!.
La vida se vuelve muerte cuando no se es libre; pero, es una muerte tortuosa. Se trata de huir de ella en cada pensamiento, con cada respiro. La vida se vuelve muerte, cuando en ella se resalta y anhela las características de cuando se es libre.
Por el contrario, la muerte se vuelve vida cuando no se es libre. La muerte pasa a convertirse en la única salida, se le espera con ansia, se ruega por su llegada, no inspira temor, tortura o tristeza, solo inspira libertad.
¡sin libertad, la muerte es vida. la vida es muerte!
Así finaliza. Y aun con los ojos perplejos va cayendo lentamente como si una flecha le hubiera herido el alma o como si acabara de descubrir una verdad fatal que lo deja sin respiración. Sus latidos se aceleran, pero él sabe que solo es un aviso que le informa la llegada de la “vida”.
De pronto una ráfaga de aire choca contra su cuerpo, los rayos del sol iluminan sus ojos y el canta sin cesar una hermosa melodía mientras se eleva por el cielo azul con dirección a lo incierto para lo tangible, lo concreto, pero, lo realmente cierto para él: su felicidad.
Al mismo tiempo, en aquel lugar donde permaneció sin libertad, se rompe el silencio con un grito: -¡Mami, Mami, corre que se murió el canario!